miércoles, 16 de junio de 2010

Prosopopeya

El aroma del café frente al ordenador siempre me evoca aquellos tiempos. Me hace recordar el aire de aquella mañana en que los dos bandos de hombres cruzaron espadas y cómo, por una cobardía, ganó el bando que no debía ganar; me hace recordar a aquel hombre negro que tocaba impasiblemente la armónica sentado a la sombra, y que terminaron colgando en un frenesí racial; o aquella paloma mensajera que encontró el amor camino a su destino y decidió anidar en lugar de cumplir sus órdenes.
Todo eso logro evocar durante las mañanas de estos sábados, cuando el joven escritor se sienta frente a mí con su taza y su ordenador y empieza a inventar cuentos pésimos, producto de su corta vida y su poca experiencia. Si tan sólo pudiese tener mis ramas y contarle en un soplo de viento algunas de mis historias, si tan sólo me volteara a ver de vez en cuando, si tan sólo aprendiera a escuchar a su viejo escritorio.

1 comentario:

giLiXiTa dijo...

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Gillian Silva
gilixitana@hotmail.com