miércoles, 29 de julio de 2009

El lagar

El proceso es lento. Después de plantar la semilla de la ilusión en ella, me retiro y la veo germinar desde lejos. Esto debe ser en temporada de lluvias para que, una vez que nazca la planta que será su deseo, se riegue con el anhelo que trae el agua que resbala melancólicamente por su ventana.
Ya que la planta madura, me acerco cuidadosamente y la fertilizo: un poco de ilusión satisfecha, una caricia bien acomodada, una intimidad basada en la mutua confianza. De tal fertilización nacerá el preciado fruto.
En el tiempo de cosecha recolecto sus ojos para ponerlos en el lagar, ése que se ha formado por años de incompetencia para las relaciones sociales, y exprimo todo lo que se pueda. Las lágrimas deben dejarse añejar en una barrica de roble curada de tal manera que agregue al final un sabor de culpa con toques de pimienta. El líquido debe reposar durante unas tres horas antes de beber. El resultado siempre es sorprendente: la embriaguez que trae consigo es más fuerte que cualquier alcohol.

lunes, 20 de julio de 2009

Leyenda

«Durante millones de años el rocío de la mañana ha caído en la piel de nuestros padres y se ha mezclado con su sudor y sus lágrimas, llenando gota a gota todo esto que ves aquí», decía el hombre a su hijo mientras apuntaba al mar.
Años después el hombre murió y el hijo creció y procreó; y a cada uno de sus hijos los llevó al mar y les contó aquella historia durante amaneceres interminables, mientras los niños jugaban y las mujeres lloraban y el mar se seguía llenando. Así fue durante los últimos siglos hasta que la tradición se perdió...

Ayer tuve una visión cuando vi llorar aquella mujer en silencio mientras sus hijos jugaban en la playa. Siglos y siglos de la misma imagen pasaron por mi mente. Me acerqué a la orilla del mar y con la mano hecha un cuenco me llevé un poco de agua a la boca. Te puedo jurar que era ligeramente más salada que antes.

miércoles, 8 de julio de 2009

Cuando Octavio nos nombró

«Si el hombre es polvo, esos que andan por el llano, son hombres», susurró señalando el remolino de viento sobre la frágil aridez del paisaje. La primera lluvia de la temporada ya estaba encima de nosotros.
El agua empezó a caer y el aire se llenó de humedad. Aquella tarde en nuestra piel también llovió; por eso tú y yo nos desmoronamos en gruesos terrones de polvo mojado, aquella tarde, justo cuando Octavio nos nombró; justo cuando paseábamos por el llano.

El reloj de arena

El sistema de contrapesos que estaba diseñando sería impecable. Hecho de los materiales más resistentes, el aparato se percataría de que el último grano había caído y voltearía el reloj de arena para que ésta siguiera fluyendo. Hora tras hora, la arena nunca se detendría. Hora tras hora, el tiempo sería medido hasta el final.
Es por eso que, cuando el maestro relojero escribió su testamento, escogió al albacea más escrupuloso. Quería que, tras su muerte, su última voluntad se cumpliera. Así, incinerado y con los huesos hechos polvo, el maestro podría medir el tiempo durante toda la eternidad.

miércoles, 1 de julio de 2009

Cuento de horror

A la mañana siguiente, cuando ella salió de bañarse con la cara limpia y sin una gota de maquillaje, él descubrió que la mujer que había conocido la noche anterior y había llevado a aquel hotel, era su esposa.

Uno es lo que hace

Ella se levantó lentamente y dejó que las sabanas se resbalaran por su cuerpo desnudo. Decidida a llevar la situación a niveles más íntimos, se acercó y lo empezó a besar.
Pasados varios minutos, tuvo que detenerse: la sudoración excesiva del pintor de acuarelas estaba empezando a disolverlo.