miércoles, 29 de julio de 2009

El lagar

El proceso es lento. Después de plantar la semilla de la ilusión en ella, me retiro y la veo germinar desde lejos. Esto debe ser en temporada de lluvias para que, una vez que nazca la planta que será su deseo, se riegue con el anhelo que trae el agua que resbala melancólicamente por su ventana.
Ya que la planta madura, me acerco cuidadosamente y la fertilizo: un poco de ilusión satisfecha, una caricia bien acomodada, una intimidad basada en la mutua confianza. De tal fertilización nacerá el preciado fruto.
En el tiempo de cosecha recolecto sus ojos para ponerlos en el lagar, ése que se ha formado por años de incompetencia para las relaciones sociales, y exprimo todo lo que se pueda. Las lágrimas deben dejarse añejar en una barrica de roble curada de tal manera que agregue al final un sabor de culpa con toques de pimienta. El líquido debe reposar durante unas tres horas antes de beber. El resultado siempre es sorprendente: la embriaguez que trae consigo es más fuerte que cualquier alcohol.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Muy Bueno...

Luis Gonzalí dijo...

Que bueno que te gusto, jeje... Un saludo...