sábado, 31 de enero de 2009

Breve estudio sobre la versión de un Nocturno de Chopin, en medio del sueño.

Vivimos en la tranquilidad ontológica de saber que basta enunciar una palabra para poder romper ese silencio que vive de ocultar la existencia. Todo es ruido, diría Ciorán, y sin embargo me encuentro completamente extasiado por el silencio que el intérprete de esta pieza va creando conforme va liberando nota tras nota: esa forma deliberada de darle ritmo y cadencia a la música a través del mutismo. El silencio como precursor del ruido, el ruido como preámbulo del silencio. Vida y muerte.
¿Acaso dejo de existir entre dos latidos de mi corazón? Yo soy como esta versión (y sólo como esta versión) de este Nocturno de Chopin. Existo como un puntillista de mi mismo, nota por nota, y de vez en cuando un acorde, y entre todo esto, sosiego.
Y después, la existencia como una meseta, como el mar hecho un espejo, como acordes graves tras acordes graves. Ruido uniforme que lo llena todo. La respuesta es sí. Sí dejo de ser cuando hay un descanso entre latido y latido.
Y de la nada, el puntillismo de nuevo. Dos, quizás tres acordes, una nota suelta, un poco de melancolía manejada a través del tiempo y el compás... y de repente todo acaba de manera abrupta, sin aviso, en un eterno silencio. He aquí el presente... ¿Y después?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este es mi favorito!!! ...quizas sea porque me encanta escuchar dicha pieza leyendo tu escrito, es algo muy extraño jajaja

Es muy... no se como describirlo, algo inexpicable xD

Y yo qué aún no me animo a enseñarte mis escritos.