martes, 9 de junio de 2009

One-night stand

Mientras ella duerme sobre su hombro izquierdo, él empieza a mirarla de reojo. Todavía está oscuro y gran parte de su silueta la tiene que ir adivinando. Empieza a imaginar sus ojos cerrados y sus pestañas entrelazadas. Después baja a la nariz y se concentra en su respiración, ese inhalar y exhalar que sólo existe cuando se sueña profundamente. Baja después a la boca y al cuello, ahí, en donde la sabana empieza a ocultar su cuerpo desnudo.
La tela delinea el resto. El hombro que sube como un cerro y que hace que la sabana caiga lentamente en aquel valle que anuncia el inicio de sus caderas.
A partir de ahí, el resto del viaje es sólo de bajada. Bajar lentamente por sus piernas a sus pies hasta llegar al abismo, ése que existe entre ellos dos, ése que comienza en donde la cama termina

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta lo que hacés,Luis. Sin duda tenés ese toque que logra atrapar al lector.Un abrazo

Luis Gonzalí dijo...

Gracias Carolina... Se agradecen las palabras de aliento...
Espero no llegarte a aburrir...
Un saludo