El reloj siempre fue testigo de todos sus ciclos. De dormir juntos y soñar; de despertar siempre a la misma hora, del desayuno y el beso de despedida de las ocho; de la comida en casa marcada por el ángulo recto de las manecillas a las tres; de las noticias de las diez; de dormir juntos y soñar.
Ella un día se cansó de estos ciclos. «Hay quienes preferimos el infinito», fueron sus últimas palabras antes de darse la vuelta y partir, antes de cruzar la calle con los ojos nublados de lágrimas, sin poder ver, sin poder oír... El reloj marcaba las doce cuando ella murió.
Ella un día se cansó de estos ciclos. «Hay quienes preferimos el infinito», fueron sus últimas palabras antes de darse la vuelta y partir, antes de cruzar la calle con los ojos nublados de lágrimas, sin poder ver, sin poder oír... El reloj marcaba las doce cuando ella murió.
5 comentarios:
El reloj, el único testigo del tiempo, el que decide si hemos llegado tarde, el que nos hace llegar tarde al trabajo o madrugar demasiado... el reloj... no hay quien lo entienda.
Un saludo!
Diría Cortazar: "No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj".
Saludos
Cierto! Ahí has estado rápido Luis, muy buena.
Me recuerda ciertas cosas.
La muerte la vuelves a pintar como salida al hastío de tus personajes;
existe el viaje,existe la aventura,la muerte como opción podría ser un error,pues es demasiado permanente.
Además tampoco garantiza que si estando vivo no se estaba bien,muriendo quizás no se esté peor.
Quienes glorifican el más allá con ése :"Descansó en paz",pudieran estar confiando de más en su propia teología ficción.
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