El aroma del café frente al ordenador siempre me evoca aquellos tiempos. Me hace recordar el aire de aquella mañana en que los dos bandos de hombres cruzaron espadas y cómo, por una cobardía, ganó el bando que no debía ganar; me hace recordar a aquel hombre negro que tocaba impasiblemente la armónica sentado a la sombra, y que terminaron colgando en un frenesí racial; o aquella paloma mensajera que encontró el amor camino a su destino y decidió anidar en lugar de cumplir sus órdenes.
Todo eso logro evocar durante las mañanas de estos sábados, cuando el joven escritor se sienta frente a mí con su taza y su ordenador y empieza a inventar cuentos pésimos, producto de su corta vida y su poca experiencia. Si tan sólo pudiese tener mis ramas y contarle en un soplo de viento algunas de mis historias, si tan sólo me volteara a ver de vez en cuando, si tan sólo aprendiera a escuchar a su viejo escritorio.
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1 comentario:
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Gillian Silva
gilixitana@hotmail.com
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