miércoles, 10 de marzo de 2010

De las casualidades ó De la inocencia y el sueño

Yo creía que mi hijo tenía una imaginación muy vívida. Por eso, cuando me despertaba a media noche con pretextos de pesadillas y monstruos en el armario nunca le hacía caso y lo mandaba de nuevo a dormir.
Pero hoy que mi hijo me levantó llorando y suplicando mi perdón me quedé desconcertado. Tardé en darme cuenta que la casa se estaba incendiando. Corrí. Saqué a mi familia al jardín, y cuando quise entrar de nuevo para salvar algún bien material, ya era demasiado tarde. La casa, consumida por el fuego, se caía a pedazos.
Enojado, tomé a mi hijo por los brazos y le pregunté: «¿Qué carajos pasó?» Él, mirándome desconsolado, contestó: «anoche soñé con dragones».

La eterna broma de San Augusto

El golpe con la espada fue certero. Del cuello de la bestia salían borbotones de sangre mientras ésta se desplomaba inhalando su último aliento. Complacido por el favor de Dios, él sonrió, se hincó cerrando los ojos y elevó unas plegarias.
A la mitad del décimo padrenuestro, sintió un hálito de fuego en su oreja izquierda. En ese momento San Jorge despertó, y el dragón seguía ahí.