Al día siguiente, cuando todo comenzó, estaba muy atento. Sentado, vestido de smoking, observaba, contaba, escuchaba. Pero su atención no duró mucho. Media hora después, sus ojos se empezaron a cerrar, pero resistió y siguió escuchando. Una hora después fue imposible. Empezó a cabecear de sueño y sus músculos se empezaron a relajar hasta que, por movimientos involuntarios, dejó caer las barras de metal que sostenía desde el inicio, sonando estrepitosamente en el recinto, haciendo que todo se detuviera.
Al día siguiente, el anuncio en el periódico fue inevitable: “Se busca percusionista para cubrir la posición del Triángulo en la Orquesta Nacional. Único requisito: padecer insomnio”.