sábado, 28 de febrero de 2009

Cuento corto #9

Eran días largos frente a la máquina de escribir: hojas y hojas llenándose de letras, el aroma de la tinta, la campana anunciando el fín de linea, la taza interminable de café. Lo único que no disfrutaba, era cuando los personajes se empezaban a salir de las páginas recién terminadas y lo distraían con preguntas acerca del final de la novela del Holocausto que estaba escribiendo. Le angustiaba no saber que responder. El sólo quería acabar su novela y sabía que, si no podía distraerlos lo suficiente, él terminaría siendo el asesinado.

miércoles, 25 de febrero de 2009

El libro y sus propósitos

Era la quinta vez que iba a la librería en las últimas horas y era el vigésimo cuarto libro que compraba. Esta vez, los dos tomos completos, con una gran cantidad de pies de página, de Don Quijote de la Mancha. No cabía duda: esta vez seguro era suficiente para poder terminar de cambiar el foco fundido del pasillo de su casa.

Sobre la impostura de pensar

“Me complace ver con los ojos y no con
las páginas leídas” – Alberto Caeiro.



Quién que pueda ver sólo con los ojos y no con las páginas leídas, ni con las canciones escuchadas, ni con las verdades dichas, ni con los pasos andados: sólo ver, como quien acepta lo que se le da y no lo cuestiona.
Pero pensar es tan atrayente. Uno piensa y cambia lo externo y lo vuelve propio y hace de si mismo un creador y todo adquiere sentido. Pero pensar el mundo es alejarse del mundo y acercarse a uno mismo. Pensar el mundo es dejar de estar en él, es abandonarlo en pos de una realidad que no existe.
Así, me declaro incapaz de ver lo que me rodea con mis ojos, porque mis ojos son los de otros, y los ojos de los otros están enfermos. Poseo la enfermedad de los hombres: la de vivir modificándolo todo, incluso el pasado, incluso el presente, incluso todos mis posibles futuros.
Soy lo que leo, lo que escucho, lo que siento, y mis sentidos me reportan la realidad y mi mente la destruye. El mundo ya no es lo externo. El mundo soy yo.

Memoria (Reprise) o Contestación a una carta de Nidia

Leí ambos escritos y recordé la plática que alguna vez habíamos tenido. Me gustó la forma en la que culpas a la memoria y a sus caprichos; la forma en la que hablas de su modo natural y selectivo de operar, y de cómo, en cierto sentido, tal modo no funciona contigo.
Sin embargo, yo creo que subestimas la importancia de esos momentos insignificantes. No creo que sea ocioso recordar el gesto de un niño, el llanto de una desconocida o la sensación de un instante que no nos pertenece. Me confieso ante ti y sin pensarlo puedo decirte que prefiero recordar cualquier clase de gesto, desde el más desgarrador hasta el más dulce, a tener que recordar interminables formulas, metodologías o procedimientos. En la actualidad hay tantas cosas escritas que la memoria ha dejado de ser una necesidad para convertirse en un lujo.
Aquí es en donde entra, a mí parecer, un factor tan importante como la memoria: la percepción estética. Es un tanto difícil de explicar cuando lo intentas extrapolar a un campo distinto al del arte, pero ambas ideas no difieren mucho. Verás, la realidad se ha vuelto tan plana y homogénea que las costumbres, los gestos, las miradas, los gustos, se han ido uniformizando. El patrón estético es dictado por una realidad que nos sobrepasa. Pero hay personas que no estamos dispuestos a aceptar tal imposición y buscamos los últimos remanentes de lo que consideramos estético, lo que consideremos revelador. Y es por eso que muchas veces es mucho más fuerte la mirada perdida de alguien a su mirada fija, una sonrisa a medio camino a una carcajada, un rostro impasible a una ceja alzada, un titubeo a una determinación, una mirada de admiración a una de desprecio, una nota en alguna canción fuera de lugar a una melodía perfecta, una frase escondida a un entendimiento profundo, un laberinto en vez de una línea recta.
Para mi es una sensación entremezclada: poder apreciar algo que nadie más ve me causa un tremendo placer, y a su vez una tremenda soledad. Por otro lado, saberme acompañado en alguna percepción que creí sólo mía me resulta repulsivo. Compartir mi visión estética con alguien más se me presenta como una violación profunda e hiriente, y es en ese momento cuando decido no recordar. Lo que atesoro es solamente mío, y de nadie más. Supongo, entonces, que la soledad es una forma de envidia y no de superioridad como dirían los existencialistas que suelo hojear.
Con todo lo anterior, mi intención no es contradecir al señor Borges, sino reforzar su idea: recordamos lo que recordamos por que lo necesitamos recordar, no por un capricho, no por una necedad.
He estado pensando sobre la idea que planteas acerca de la realidad incompleta. Me gusta saber que yo poseo cosas que nadie más posee, frágiles momentos que todos han olvidado, aromas del pasado, canciones prenatales. Son fragmentos, muestras de realidad que salen de lo habitual y de lo común, que dan y quitan sentido a la vida. Bendita maldición en la que nos encontramos: poseemos los momentos más insignificantes de nuestras vidas…

martes, 24 de febrero de 2009

Quince minutos

El teléfono sonaba, el café hervía en la estufa, la plancha quemaba la camisa, el agua se escurría por el lavabo, el auto encendido gastaba gasolina y el vapor producido por la regadera hinchaba la puerta del baño, atascándola. El sólo quería dormir quince minutos más, pero hoy la casa había decidido levantarse un poco más temprano.

lunes, 23 de febrero de 2009

Máscaras

Ella siempre dejaba la puerta entreabierta para que él, completamente enamorado, echara un vistazo mientras ella se cambiaba. El resultado nunca fue grato: eran siglos y siglos de espera, y al final, ella siempre terminaba cambiándose por otra.

domingo, 22 de febrero de 2009

Tríptico de campo

I

El sol cae por el monte y enrojece el cielo
Y allá abajo, el camino de toda mi vida ahora es ajeno a mí
Y se extiende como el horizonte, y es tan difuso como las nubes.

Siento la oscuridad de la noche detrás de mí y me siento cobijado
Pero sentir esto es sólo un concepto que me hago de mi mismo
Y así, también siento el atardecer y el rojo del cielo, y dejo de sentirme a mí.

Tengo sentimientos y tengo pensamientos, aunque sólo los tenga para poder perderlos
El viento sopla y me acaricia, y me hace cambiar de sentir y de pensar
Y ya no siento lo de ayer, ni lo de hoy, ni lo de nunca, pues ya no siento
Y mientras siga soplando el viento ya no sentiré, ni pensaré, y sólo seré esencia
Seré sólo el viento que arrecia en la tarde y arrastra todo y limpia todo.

Ha llovido, pero ahora el horizonte es claro y atardece.
También ha habido lluvia en estos ojos que ahora ven atardecer, y que ya no sienten
Pero estos ojos no atardecen, sólo se extinguen
Como el fuego de una vela que también se lleva el viento.


II

Aquí no hay libros, sólo metafísicas muertas sobre cosas sin sentido
Sólo hay hojas en blanco que nunca serán llenadas, pues no hay nada que valga la pena decir
Hojas que son arrastradas por la lluvia y que de ellas crecen arboles
Los arboles que alguna vez fueron, bajo un sol que ya no es el mismo.

Sobre la hierba me paro y pienso: “pensar es estar enfermo de los ojos”
Y cierro los ojos y sigo pensando. Y pienso todo lo que mis ojos han visto
Y me mareo, pues han visto mucho y siento como se esclaviza mi sentir por ello
Y caigo sobre la hierba, y el dolor no me permite seguir pensando:
Quizás sea sólo el dolor de las cosas la forma de curar los ojos.

El dolor de las cosas no está en los libros, sólo está ahí la idea del dolor de las cosas
Es por eso que aquí no caben los libros, ni como idea caben
Ni como sentir caben, ni como pensamiento caben.
No sirven ni para calentar el cuerpo mientras arden
Porque los libros sólo arden en el alma
Y a esta alma hace mucho se la llevó el viento.


III

El frío de todos estos años se concentra aquí, y se estanca
No pasa como el río, cuya naturaleza es pasar, ser siempre otro
Y toda la hierba se empoza en mi ser, y soy natural, pero no soy yo.

Y la belleza de lo natural se separa de las cosas, y la belleza existe
Y las cosas existen, y ya no son lo mismo, porque nunca lo fueron
Pero la hierba se queda aquí, y ya no soy mas que senderos con hierba
Pues yo soy todos los senderos y todas las hierbas, y no hay belleza en eso.

Camino el sendero de piedras que soy, lleno de campo, y de hierba, y de lodo
Ese sendero que no es mi vida sino sólo un vago pretexto para algo
Y cuando me siento a descansar sobre una piedra de algún claro
Una gran nube tapa el sol, y el viento aumenta y el frío aumenta
Y esa nube, que no es una nube que trae lluvia, es toda mi melancolía.

Así es como muero: de manera natural
Muero con la mente
Natural-mente.

jueves, 19 de febrero de 2009

El hijo del hombre

Cuando nació se le diagnosticó una rara enfermedad: la capacidad de mimetizar todo lo que veía. Es por eso que cuando vio aquel cuadro de Magritte decidió pedir ayuda. Y desde entonces, la carrera artística de Guillermo Tell nunca más volvió a ser la misma.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Sobre estos días...


Son en estos días, en los que nada fluye, que me siento frente al teclado y empiezo a escribir lo primero que se me ocurre, y dos renglones después me doy cuenta de que no sirve, y dejo espacios sobre la misma hoja para volver a empezar. Y empiezo a escribir otra idea, y se vuelve a antojar inservible y vuelvo a dejar espacios. Y así lleno páginas y páginas de ideas sueltas, inconexas y sin sentido. Pero no borro nada. Todo lo guardo como testigo de mi fracaso, porque en estos días todo es fracaso. Y son estos días los más tristes, pues es cuando desaparezco, cuando no soy nada.
Y es que en estos días sólo hay ciclos, y se empieza y se siente y se medita y todo se acaba; y el tiempo se repite y todo vuelve a empezar. Y a veces marea. Y no se cuantas veces habré pasado por aquí y no se cuantas veces más pasaré. Y todo esto se siente como siglos y siglos de volver a empezar. Y entre principio y fin todo es igual: inicio, meseta, caida; inicio, meseta, caida. No hay más. Quizás es sólo una percepción ridícula de mi vida y de mi tiempo y de todo lo que me rodea. Pero no importa, pues en estas días nada importa.
Y al final puedo escribir un sinnúmero de párrafos que empiecen con la frase Y al final, pero nunca hay final, pues de eso se tratan estos días: de escribir cadenas de letras que no terminan, de ahogarse sin tregua en la blancura de un papel que no existe, de caminar los mismos senderos, de reciclar las mismas ideas, de juntar párrafos escritos en tiempos distintos por todas esas personas/máscaras que he sido a lo largo de mi vida: parafrasearme y decir que el día no acaba, o acaba en un crepúsculo infinito y acto seguido hablar del amor como una fractura, y con esto unir dos fracasos que tiene diez años de distancia. Y NO IMPORTA, pues en estos días nada importa.
Y sólo existen estos días, que caen como dadaísmo al alma, que siguen pasando sin avanzar, y que sólo me mantienen creyendo que al final, y sólo muy al final, estos días dejarán de ser estos días...

sábado, 14 de febrero de 2009

Ansiedad, dolor de estomago y ansiedad...

Me gusta la melancolía. Me gusta saber que, si fracaso, tendré material para escribir. El fracaso llena hojas y hojas de papel, es por eso, quizás, que yo no he llenado tantas... He fracasado en fracasar. Tarde, pero siempre me levanto de mis caidas. No termino de ensuciarme en el lodo, y así, escribir se convierte en sólo un paliativo de la derrota: se convierte en un pretexto, en una sola escena de una obra mediocre que no se decanta por filosofía alguna, en un ser que muy apenas es sombra de todo aquello que anhela (o que no anhela). Tibieza, eso caracteriza mi vida. Sólo tibieza.
Vivo a medias, vivo en sombras, vivo escribiendo cuartos de páginas, y nada más... Vivo para que me piensen, y no para que me tengan. No soy de nadie, y nadie es de mi, soy sombras que abrazan el corazón, soy la estela de aviones que viajan muy por encima y el aire borra, soy el viento con hábitos de prostituta: acaricio y me voy, acaricio y me pierdo.
He fracasado en fracasar, mas no he vivido, mas no he soñado, mas no he tenido, mas no he amado. Sólo poseo ansiedad, un poco de gastritis, y ansiedad. He fracasado incluso en tener una buena gastritis. He fracasado incluso en convertirme en mi propia ansiedad.
He vivido la vida con miradas ajenas, con sensaciones que no me pertenecen. Vivo soñando a medias que soy otro, y salto de este sueño a aquel, sin compromiso alguno. “Soñar un sueño es perder todos los demás”. Yo los pierdo todos pues me entrego a ellos de manera insostenible. El sueño no aguanta, se rompe, y así caigo libremente entre frágiles fantasías que no poseo y no me poseen. He fracasado en soñar como la puta que fracasa en amar. Sólo seduzco. Soy espejo y pálido reflejo. Soy un libro de pasta dura y hojas en blanco. Soy la ola que nunca rompe. Soy nadie.
Pero después de todo, sólo soy tibio. Tibieza. Soy excelso en la tibieza, pero eso a su vez es fracasar. Soy ansioso. Soy tibio. Soy todas las derrotas del mundo.

viernes, 13 de febrero de 2009

Saludo a Alvaro de Campos

Hoy me quito el sombrero de copa que soy, y te saludo
Ingeniero metafísico, viajero incansable
Desde el otro lado del mar te contemplo y me siento acompañado.

Hoy me paro en el puerto de todos los barcos que viste partir, y te saludo
Hombre que sólo fue en barcos que nunca partían
Ausente de ti, como cualquier otro, ajeno a toda sensación.

Hoy levanto esta copa de tedio de todas estas casas, y te saludo
Y confirmo que todas estas casas siempre han sido las mismas
Y comparto la saudade de saberme presente entre todo lo pasado.

Hoy me detengo frente al modernismo de la máquina, y te saludo
Y saludo a todos los Platones y a todo los Kants que esta máquina procesa
Y mi alivio es eterno, pues sé que se procesan para mí.

Hoy escribo una ridícula carta de amor, y te saludo
Ridícula en forma y en fondo, en rima o en prosa, ¡que más da!
Porque el alma se vuelca en papel, y eso también es ridículo.

Hoy mojo mis pies en el mar de todas las costas, y te saludo
Esperando que el cielo y el mar se unan en donde sea que tú estés
En esa máscara en la que existes y creas y piensas y nunca mueres.

Hoy, desde el otro lado del universo, saludo a Whitman, y te saludo
Y saludo a Caeiro y a Pessoa y a todos tus maestros saludo
Y desde la buhardilla te veo pasar y escucho la voz de Dios en un pozo ciego.

Hoy me empapo en los absolutos de todas tus palabras, y te saludo
Camino todos los senderos de todas las ciudades de todos los mundos, y te saludo
Y sentado en la orilla de todas las lagunas de melancolía que tengo en el alma, te saludo.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Cuento para dormir

Después de escuchar los mismos cuentos para dormir los últimos dos años, volteó a ver a su padre y le preguntó: ¿por qué disecaste a mamá cuando murió? El padre, sin pestañar, dijo: creo que ya es tiempo de que lo sepas, pero ella no es tu madre; y el niño nunca más la volvió a abrazar.
Moraleja: Uno nunca debería cansarse de escuchar los mismos cuentos para dormir.

Libertad de expresión

Cuando llegué a casa, mi pluma tendida sobre el escritorio sangraba tinta sobre una hoja de papel. Siempre supe que ella tenía la voluntad para expresarse por su cuenta y ahora sé que, con un poco de práctica, llegará el día en que logre escribir algo.

domingo, 8 de febrero de 2009

Reflexiones en una serpentina

“No soy, no estoy, no he sido” y el ciclo que acaba se apega a este extracto. Ganar un año, peder otro, y el aliento al bailar se extingue como si de morir se tratase... “Si el amor tiene pausas entonces no es amor, y el amor siempre tiene pausas” ¿y la vida?. La vida no tiene pausas, sólo lagunas y a veces mares-espejos... “Levantarse, acicalarse y esperar una nueva variante de tedio y horror. Daría el mundo entero y todo Shakespeare por una brizna de ataraxia” y esta es la descripción de mis últimos días. Hoy sólo soy fragmentos ajenos, soy la Vida Perdida, la arbitrariedad de un ciclo, la verdad escondida. Hoy sólo soy el rechazo a quién llega tarde a incomodar. Todo es pérdida, todo momento es un mal momento.

sábado, 7 de febrero de 2009

Lapsus Cálami

Sentir se ha vuelto ajeno. Soy expectador de lo que siento y sólo aplaudo cuando el sentimiento de quien dice ser yo está bien logrado. Y el que escribe es otro, y el que narra es otro, y el que habla, vive y anhela, es otro. Yo sólo me siento y observo. ¿Que verso desencantado se le ocurrirá ahora? ¿Que pregunta sentida intentará resolver? No lo se.
Pero de un momento a otro me vuelvo mediático e intento hacer sentir. No reparo en lo que digo, no reparo en lo que debo decir. Sólo escupo con diez dedos letras sin sentido en una pantalla en blanco, a través de un cursor que parpadea como si de latir se tratase. No cuestiono lo que escribo, sólo lo escribo, o es que ¿el fotógrafo de guerra se pregunta si sentir horror desenfoca la cámara? No lo creo. Capta el momento antes de que muera y se va. Y así voy yo, nombrando momentos que antes de dejar de ser logro encerrar como naturalezas muertas de la palabra.
Sentir se ha vuelto ajeno. Expresarse se ha vuelto común. Ahora soy yo el que escribe y ahora no soy yo, pues yo no escribo

viernes, 6 de febrero de 2009

Cansancio

La realidad se me impone como un cansancio y, como en todo cansancio, los parpados pesan y las percepciones se vuelven cada vez más difusas.
El cansancio se me impone como una realidad y, como en toda realidad, las percepciones y las ideas se enajenan en la distracción del ser.
Caminar sobre esa delgada línea confusa que no me deja separar la realidad del cansancio, que me mantiene preso en percepciones disímiles, que desemboca en el abismo de la locura.

jueves, 5 de febrero de 2009

Mi reflejo en tus ojos

El suicida es un iconoclasta de si mismo, decían las imágenes en el espejo mientras veían atónitas como él rompía en pedazos una foto en donde ambos se veían reflejados en el mar. Pero aquella sentencia no fue suficiente. Él sólo murió cuando ella cerró los ojos y él no pudo reflejarse nunca más.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Soledad

Cuando salió de su casa toda la ciudad estaba destruida y todos habían muerto. La recorrió entera mientras un sentimiento extraño se apoderaba de él. Se sentó en la banqueta y sonrió… Fue entonces cuando despertó y empezó a sentirse completamente solo.

domingo, 1 de febrero de 2009

Memoria

En la oscuridad y el silencio se expía la existencia eterna de la memoria, se vive bajo la impronta del recuerdo que es un producto sensorial y que, por lo tanto, es doblemente imperfecto. Sin embargo, con el paso del tiempo me he dado cuenta de que no existe sensación falsa, todas son igualmente reales, incluso aquellas de las que no tenemos recuerdo.
En noches como esta, en la que se puede escuchar el silencio y ver la oscuridad, en la que los sentidos dejan de percibir, con un poco de concentración es posible evocar aromas o sonidos del pasado. Hoy he logrado oler flores de mi infancia, he logrado escuchar canciones prenatales, mas no he podido asociarles una imagen. Dejos de tergiversaciones es lo que consigo en los periodos nocturnos de mi existencia, frustraciones que escurren saudade.
Indistintamente, cuando siento nostalgia, predeterminaciones mentales me hacen pensar en el pasado. Hoy es distinto. El significado de la palabra se vuelve atemporal y se sitúa en un nivel superior a la existencia, observa con detenimiento toda la línea recta de mi vida y la envuelve. Añoro el pasado, el presente, el futuro y otros tantos tiempos que desconozco.
A lo largo de todas estas noches de constante insomnio me he dado cuenta de que lo que hace soportable la existencia no es otra cosa mas que la posesión de puntos fijos en los cuales poder distraer mi atención y recrearme. La acuidad en las percepciones es uno de ellos y justamente es el que trae consigo los recuerdos más penetrantes y las nostalgias más disímiles.
Una vez que se entra en la prisión de la memoria no se puede escapar, sólo es posible usuales ausencias diurnas que lo único que hacen es alimentar el deseo y la necesidad de regresar una vez más, cuando la luz desaparece.